Se siente temprano.
Los relojes derriten,
el desayuno a los brazos del nido.
Cualquier ruido es escusa, para la vuelta.
Y así agrio vestir, lleva consigo la tormenta
la cual de las sobras muy lento se alimenta.
Y los pantalones rotos comienzan a adormecerse.
Cálidas, las amenazas, las violaciones
y dulce la arbitrariedad.
Silente aquel extraño juega con su voluntad
y la del resto, esperando poder caminar.
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