Disimulas una mueca de tristeza,
te liberas corriendo.
Comienzas a pensar fuerte
abstienes presencia.
No suenan voces,
en camino empedrado.
Y ya te duerme, el abrazo del olvido.
Paso a paso piso a pisar
mueves los pies para así poder recordar.
No suenan voces,
en alamedas dulces.
Y revientas las manos
contra lamentos imperfectos,
que se nutren de tu olvido.
No suenan voces
en lo eterno de tu sombra.
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